Los niños tienen los pies bonitos (por Hazel B)

Posted: domingo, 31 de octubre de 2010 | Publicado por Miguel Muñoz | Etiquetas: , , 0 comentarios

Más abajo de la cintura, Cristo se quiere celebrar.
De la semilla, semental.

Chinoy - Que salgan los dragones

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Nunca tuve la costumbre de llevar un diario, aun cuando dedicaba buena parte de mi tiempo a repasar en mi pensamiento los sucesos que transcurrían hora tras hora. Podía hacerlo donde fuera que me encuentre: al lavarme los dientes, al bañarme, mientras iba en el colectivo, y antes de dormir, sobretodo. Siempre estaba al tanto de lo que mi cuerpo sentía y lo que mi mente tramaba, sin embargo nunca se me ocurrió dejarlo por escrito. Pudo haber salido alguna buena historia de todo eso, sin duda. O tal vez no, mi vida no fue más que una sucesión interminable de momentos perfectamente evanescentes y muchas veces rutinarios. Es probable que nadie lea esto y si lo hicieran no cambiaría nada, esto ni siquiera me representa pero es un alivio deshacerse, al menos simbólicamente, de aquello que pasó, y dejarlo en la Tierra.

Todo tuvo lugar en no más de un día, un sábado para ser más precisos. No llegué bajo presión, me gustaba lo que hacía y con quién lo hacía. Al principio sentí cierto pudor cuando empezamos a conversar, aunque era yo quien hablaba la mayor parte del tiempo. Nada era convencional, ni el lugar donde estábamos ni la conversación que manteníamos ni las miradas que se cruzaban entre los dos. Recuerdo que ese día se cumplían dos meses desde la primera vez que nos vimos, generalmente otras personas no duran tanto o acostumbran a hacerlo una vez y ya. Conmigo era diferente, te lo aseguro, sentía un compromiso con lo que hacía, y una gran necesidad también. El hecho es que aquella vez empecé, como era habitual, a contarle lo que había vivido durante la semana. Me miraba fijamente y de vez en cuando hacía una mueca extraña que tomé por una sonrisa. Cuando hube acabado de contarle mis cosas, se levantó y me tomó de la mano, dijo que esta vez debía olvidarme de las penas y debía en cambio sentir más la felicidad de vivir, eso fue lo que dijo. Agarrados de la mano entramos a su cuarto e inmediatamente me sentó en una esquina de la cama. Yo no sabía qué decir, sentía una incomodidad terrible a pesar de la confianza que le tenía. Mientras cepillaba mi cabello con una mano, con la otra agarró mis piernas y las puso sobre su regazo, me sonrió y procedió a sacarme las sandalias. Pasó su mano muy lentamente por mis dedos, mi pie, mi pierna -las caricias se detuvieron un momento-, me miró y en seguida siguió hasta que llegó sobre mi vientre. Todo estaba en silencio, era como si hubiera desaparecido el universo entero y quedásemos solo los dos, rodeados de una oscuridad angustiante. Fue en ese momento que tocaron a su puerta. Me asusté y me incorporé enseguida. Me empujó detrás de la puerta y escuché a alguien que dijo:

- ¿Qué haces aquí? Ven rápido a la capilla que llegó un tal Ramón para confesarse.

- En seguida, señor. Ya voy.

Cerró la puerta y dirigiéndose a mí dijo:

- Puedes irte ya, no olvides hacer tus oraciones esta noche.

Lo vi alejarse y alcancé a escuchar que le decía a otro de los sacerdotes recién llegados:

¡vaya que los niños tienen los pies bonitos, eh Manuel!

Aun tengo fija la imagen de él entrando a la capilla con una carcajada mientras el otro se quedaba con una mueca extraña en la cara. Ha pasado mucho tiempo desde aquel día y sin embargo aun escondo mis pies de la mirada de la gente, pero son ellos quienes esta tarde me guiarán a través del río y todo acabará, al fin.

" El parecido"

Posted: martes, 7 de septiembre de 2010 | Publicado por harry | 0 comentarios

Sólo mantengo mi boca cerrada, evito mirar sus ojos.
Sólo parece que estoy bien.
Recuerdo como me hablaba de la biblia, recuerdo sus dulces manos golpeantes.
Sólo pienso y me tiemblan las piernas, ruego que no se me acerque, me invade la razón y
la coherencia... ¡No puedo resistir!
Nunca más seré un segundo en las vida de otros, toda la vida me espera,
toda la vida la esperare, sé que un día cambiará de forma, y será otra realidad.
Pero, por ahora sólo me causa temor,
me resulta caprichoso que te presentes como la anterior a ti.
El parecido es asombroso.


Harry Brito

"Los Perros del Camino...": "Veterinarios y vecinos..."

Posted: miércoles, 5 de mayo de 2010 | Publicado por Solar Roja | 0 comentarios

Porque dormirlo me pregunto aun?

cuando un humano tiene una enfermedad terminal lo menos que se piensa es practicarle la eutanasia.no se en que estado habras encontrado al perrito pero porque no tratar antes de dar un veredicto final.
Con respecto a los veterinarios de todo hay en la mata. me he topado con doctores primerisos, capitalistas, justos , entre otros. el año pasado mi perrito sufrio de maltrato en una clinica en la ciudad de Guayaquil- Ecuador-Fue cuando lo lleve a que lo aseen .Los invito a conocer mas de la historia en el sgte grupo x facebook.
http://www.facebook.com/group.php?gid=87372053959&v=wall
lamentablemente no pude hacer nada x la "ley" me toco abrir un grupo y correr la voz para que no existan mas animalitos que acudan a aquel lugar. lo mas sorprendente del susto es que así mismo me encontré con el perfil del facebook de esta seudo "doctora" y cualquiera que lo ve es la super amante y respetuosa de los animales ....
Si tuviera tanto amor no le hubiera ocasionado lesiones en el cuero cabelludo de mi perrito. en fin todo se paga en la vida .
Saludos desde Ecuador

Sade Zanahoria

Posted: jueves, 4 de marzo de 2010 | Publicado por Andrés Lalé | 0 comentarios

Tengo mi cuerpo congelado
esperando que lo derritas
no existe abismo entre tú y yo
¡Quiero!
nuestras pestañas enredadas
respira mi CO2,
para que te mueras por mi,
y tu alma me hale los pies
por las noches frías
que no pueda dormir

Con tu encendedor
arde la punta del tabaco
no botes nunca el humo
pásalo a mi interior
con un beso pegajoso
de tus labios pueriles
rogando una mordida

para qué celarte tanto
si todos mueren en su ley
tu mirada sólo corresponde
a mis ojos,
aunque parezca utópico
la única razón es
que soy adicto a tu piel

con tu mano toma una bala
tírala en mi pecho con fuerza
líbrate de mi dulzura
que te agrede
como chompa ortigada
no tengo la culpa
que tu olor ame mi nariz

Nada en el lago de mi cuerpo
ahógate,
para darte mi alma con mí aliento

Nefelibatas (por Hazel B)

Posted: sábado, 27 de febrero de 2010 | Publicado por Miguel Muñoz | Etiquetas: , , , , 0 comentarios

Ana estudia marketing y planea su futuro como prominente emprendedora de los negocios multinacionales. Su cara lleva tristeza acumulada por más de dos décadas. Nadie sabe su edad, sólo que no es lo suficientemente joven como para ser virgen ni demasiado vieja como para perder su membresía al Club 27. Es fea, para qué ocultarlo, sus manías desagradables espantan a los viejos, enloqueciéndo de furor a los niños que se le acercan, curiosos por sus ropas de gitana. Ropas que importó del verano pasado, del vagabundeo vacacional por pueblitos jipis o aldeas indígenas. Fuma. Fuma tanto y sin descaro que agota encendedores y cerillos más que la leche del desayuno, si es que lo toma. Ana no tiene padres.
Julián tiene un porte de atleta, producto de una infancia a base de plátano y plátano, y algo más de plátano ecuatorial. Su nombre bonito siempre anda solo, se esconde de su apellido trazado por el prejuicio, demasiado vulgar como para nombrarlo. Una década y un lustro vieron pasar a Julián bajo el sol, faenando al son de las olas en algúna playa adornada de selva. La gran ciudad se vislumbraba como su gran esperanza, lo sigue siendo, solo que con la máscara de la tragedia y un carpe diem miserable y hambriento de un mejor destino. Julián no fuma, al menos no en el sentido corriente del término, él fuma hierba seca en hojas de biblia, y si la ocasión lo amerita, adorna su marihuana en zanahorias, manzanas y talvez en cierta construcción de papel de aluminio que se atreve a llamar pipa.
El año es el 2010. La ciudad se explaya bajo el sol en todo su esplendor, cientos de metros de tubos de aluminio se codean con miradas tristes, bocas alegres, gente vendiendo, gente comprando, todo al son de los coches cayendo en baches, niños saltando grandes charcos de agua (que no precisamente cayó del cielo) y cierta nube gris que se aproxima con velocidad sempiterna.
El día es caluroso y las personas van aprisa pero los vehiculos no, así como la lengua viaja más rápido que la mente. Los aparatejos de cuatro ruedas se rozan, chocan, y se coquetean entre sí. Al pie de un cerrito que sostiene un centro de estudios Ana espera un taxi, aquella mania de alquilar un carro para llegar más rapido, ya que no se acostumbra a la versión sudorosa del metro de New York. Al mismo tiempo Julián recorre cierta avenida que rememora cierta independencia y lo hace moviendo sus piernas como si corriera, porque está corriendo, y atrás suyo corren dos más. No es un juego, o talvéz si, pero no hay tiempo de pensar en ello. Julián los deja atrás sorteando los carros y tirando al suelo al joven que balanceaba tres machetes que emitían grandes destellos azulados, uno de ellos fue a parar a la cabeza calva de uno de los perseguidores de Julián.
Ana finalmente toma un taxi, lo mira como si mirara a un pretendiente o a una cucaracha, da su dirección y ofrece un precio, el chofer la mira con ojos de lascivia y da su valor, Ana acepta y sellan el pacto. Ella duda antes de subirse y opta por el asiento trasero, queriendo pensar que por seguridad pero lo hizo por vanidad y querer estar lo más lejos posible de esa mirada lujuriosa. Ellos avanzan por la avenida, cruzan el puente sobre el río que apesta y están prestos, al menos el taxista sí, a virar en la primera transversal cuando divisaron cierto tumulto más adelante.
Julián volteó la cabeza una vez más y agradeció a la Santa María de haberla librado de sus malhechores, abrazó bien su botín y su trueno y con la convicción de un ejecutivo gubernamental subió al primer vehiculo que se le cruzó y amenazando al rechoncho y asustado conductor le pidió que por su puta madre no detenga el vehículo por ninguna razón hasta nueva orden.
Ana y Julián nunca se conocieron, ni lo harán. Por extrañas coincidencias de la vida se habían cruzado varias veces por la calle en el transcurso de su existencia, sin siquiera reparar en la presencia del otro. Hoy lo hicieron de nuevo.
El dia se marcaba hermoso con las nubes de lluvia a los costados y un gran sol canicular en el centro de un cielo azul como nunca antes se vio.
Un automovil recorriendo un trayecto incierto a gran velocidad colisionó la parte trasera de cierto taxi, destrozando el cuerpo de cierta muchacha de cara triste y ropas de gitana.
Ana y Julían cerraron sus vidas en un abrazo de acero, caucho y cristales rotos. Ellos volaron sobre alas ajenas. Ella selló sus anhelos con alivio, al fin y al cabo nunca quiso ser parte del espectáculo. Él nunca consiguió lo que su esperanza le deseaba, talvez porque eso nunca existió. Hoy murieron, mañana serán portada de cierto diario, el dia después de mañana sus almas gritarán en calma y en el infierno donde crecieron reinará la desesperanza, como siempre.

Poros

Posted: jueves, 28 de enero de 2010 | Publicado por Andrés Lalé | 0 comentarios

Me colgaré con pinzas de madera en los cordeles de la terraza,
secaré lágrimas y sangre que sale de los poros.
Dentro de mis poros la vida duerme